Lección 1. Nada de lo que veo en esta habitación [en esta calle, desde esta
ventana, en este lugar] significa nada.
En nuestra experiencia en talleres abiertos nos ha ocurrido
que eventualmente algún participante dice:
“No puedo hacer el ejercicio, me
parece ilógico”.
También ha ocurrido que alguien diga:
“Mmm... es posible que esos
objetos que nos rodean no signifiquen nada...”
Si partimos –por lo menos- de la posibilidad de que los
objetos no signifiquen nada, podemos cuestionar su existencia ya que en un
Universo Perfecto no pueden existir cosas carentes de significado.
Quizá lo podamos entender con esta parábola oriental:
La tigresa y las ovejas.
Era una tigresa que
estaba en muy avanzado estado de gestación. Eso no le refrenaba sus impulsos
felinos de abalanzarse contra los rebaños de ovejas. Pero en una de esas
ocasiones alumbró un precioso cachorro y no logró sobrevivir al parto.
El cachorrito fue
recogido por las ovejas. Se hicieron cargo de él, dándole de mamar y cuidándolo
con mucho cariño. El felino creció entre las ovejas, aprendió a pastar y a balar.
Su balido era un poco diferente y chocante al principio, pero las ovejas se
acostumbraron. Aunque era una oveja corporalmente bastante distinta a las
otras, su temperamento era como el de las demás y sus compañeras y compañeros
estaban muy satisfechos con la oveja-tigre. Y así fe discurriendo el tiempo. La
oveja-tigre era manza y delicada.
Una mañana clara y
soleada, la oveja-tigre estaba pastando con gran disfrute. Un tigre se acercó
hasta el rebaño y todas las ovejas huyeron, pero la oveja-tigre, extasiada en
el alimento, seguía pastando. El tigre la contempló sonriendo. Nunca había
visto algo semejante. El tigre se aproximó al cachorro y, cuando éste levantó
la cabeza y vio al animal, exhaló un grito de terror. Comenzó a balar
desesperadamente.
– Cálmate, muchachito
– le apaciguó el tigre.
– No voy a hacerte
nada.
– Al fin y al cabo
somos de la misma familia
– ¿De las misma
familia? – replicó sorprendido el cachorro.
– Yo no soy de tu
familia, ¿Qué dices?
– Soy una oveja.
– Anda, acompáñame –
dijo el tigre.
El tigre-oveja le
siguió. Llegaron a un lago de aguas maravillosamente tranquilas y despejadas.
– Mírate en las aguas
del lago – dijo el tigre al cachorro.
El tigre-oveja se miró
en las aguas. Se quedó perplejo al contemplar que no era parecido a sus
hermanas las ovejas.
– Mirame a mi.
– Mírate a ti y mírame
a mí.
– Yo soy un poco más
grande, pero ¿no compruebas que somos iguales?
– Tú no eres una
oveja, sino un tigre.
El tigre-oveja se puso
a balar.
– No bales – le
reprendió el tigre, y a continuación le ordenó ruge.
Pero el tigre-oveja
siguió balando y en días sucesivos, aunque el tigre trató de persuadirle de que
no era una oveja, siguió pastando. Pero unos días después el tigre le trajo un
trozo de carne cruda y le conminó a que lo comiera. En el mismo momento en que
el tigre-oveja probó la carne cruda, tuvo consciencia de su verdadera
identidad, dejó el rebaño de ovejas, se marchó con el tigre y llevó la vida
propia de un tigre.
Maestro: hasta que no
probamos el sabor de nuestro ser interno, vivimos de espaldas a nuestra propia
identidad, identificados con lo que creemos ser y no somos.
Lo que no significa nada y por ende no existe es porque no
pertenece a mi naturaleza real, lo veo con los ojos de oveja.
Lo que sí tiene significado lo y por ende sí existe es porque
pertenece a mi naturaleza real, lo veo con los ojos de tigre.
En un contexto más didáctico, el maestro de espiritualidad ecuatoriano César Dávila dijo
que aquello que está representado por la ilusión del tigre, cuando se creía
oveja, simboliza la ocupación del hombre o mujer modernos en dedicarse
exclusivamente, desde que despierta hasta que se va a dormir en actividades
meramente temporales.
Y en ese mismo enfoque la realidad a la despierta el tigre
es aquella simboliza una visión interna, de toma de conciencia de un estado mental
de silencio, de cesación de las luces mundanas, de paz de quietud.